EL CRUCIFICADO QUE ME CAUTIVÓ

En esta Semana Santa de 2011 quiero compartir con ustedes el Cristo crucificado que más me ha inspirado.

Ciertamente, es una obra humana, de autoría del escultor paraguayo Hermann Guggiari...

CRISTO, de Hermann Guggiari

 El templo de la Crucecita (Crucita, en vulgar) que contiene a este Cristo como centro del altar, está cerca de mi casa, y con frecuencia voy ahí, es de los pocos templos que abren sus puertas de día y fuera del horario de misas. Lo regentean sacerdotes dominicos.

Este Cristo me inspira la proeza de la Resurrección, en una sola obra, el Crucificado se vuelve Resucitado, rompiendo el férreo arraigue del hierro, dejando un vacío en cruz... no una cruz vacía, sin cuerpo, sino un vacío de cuerpo en cruz.
Este Cristo se proyecta hacia arriba, como Dios que es, casi como queriendo llevarnos a todos junto con él, despojándonos de nuestro despiadado atraparse en el molde humano.
 
Es notable el simbolismo al que nos lleva el escultor, pues llamándose La Crucecita, el templo; el Cristo en cruz, no tiene otra cruz que el vacío que deja su resurrección: una cruz rasgada a fuego, deforme y sin palos simétricos.








Por otro lado tenemos al Cristo de Michelangelo, que también fue un prodigio en su tiempo, pues dicen sus biógrafos que fue en pago al fraile que le permitiera diseccionar cadáveres, que practicara a escondidas, de manera a conocer mejor la anatomía humana, y plasmar así con tanto realismo las esculturas

EL CRISTO DEL SANTO ESPÍRITU DE MICHELANGELO

  


El mensaje evangélico y el del artista paraguayo es claro:


NO NOS AFERREMOS AL DESPIADADO MOLDE HUMANO Y FORJEMOS LA RESURRECCIÓN COMO CRISTO QUE NOS PRECEDE