Hoy es mi día: día de Brujas
La mayoría de los que me conocen saben que tienen que 'felicitarme' en este día del año. No lo hacen el día de las madres, o incluso por navidad o año nuevo, o el día de mi cumpleaños… pero en día de brujas sí o sí.
Resulta que cuando tenía entre ocho o nueve años, con un grupo de amiguitas de siempre (de más chiquitas aún), decidimos realizar una actividad social integradora (supongo que así le llamarían ahora los pedagogos); pero fue por iniciativa propia de nosotras nomás.
Eso sí, recuerdo que aparentemente estaba de moda, en aquellos años del siglo pasado ( 1.967-'71), el tema de reglamentaciones o cosas por el estilo, supongo que por la constituyente, y había gran debate nacional sobre el tema. Otra inspiración, supongo, que fue algún resurgimiento (como cada tanto ocurre) del debate sobre la masonería y las sectas o agrupaciones secretas. Una tercera inspiración eran, la 'Pequeña Lulú', y aparentemente un dibujito animado de la 'La bruja Maruja' que pasaban por el único canal que existía entonces (personalmente no recuerdo el dibujito aquel).
Nada tenía que ver el 31 de octubre con la ‘asociación’ o club. Eso lo he agregado yo, por fuerza de costumbres foráneas.
El hecho es que mis amigas Marité, Miriam, Mónica, Kiki y yo (todas con la misma edad, 'más o menos meses'); decidimos fundar un club secreto y exclusivo sólo para nosotras.
Lo del local, se arregló fácil: el viejo gallinero de gallinas blancas, desocupado ya por varios años (por disposiciones municipales). Tenía techo de tejas, piso de ladrillo, conservaba aún las traviesas que eran el dormitorio de las aves y los nichos de mampostería de los nidos, además de un amplio alambrado de malla de alambre por todo el derredor. Formando todo en su conjunto unas dimensiones de 5 por
Limpiamos el local, en la medida de nuestras posibilidades, de los excrementos gallináceos, casi fosilizados, del piso; de yuyos y telas de araña, que habían por doquier… respetamos con profundo sigilo y devoción, un nidito de picaflor o colibrí que estaba colgado de un hilillo o ramilla reseca enroscada en la viga del techo. Cuando mi mamá se quiso meter a ayudar, no la dejamos, y gritaba desde fuera del lindero: ¡tengan cuidado con el ñandú cavajú (araña 'pollito')!
Después vino el debate del nombre del club, cuando decidimos que se llamaría el 'club de las brujas Marujas' (ma rujas = más brujas); Kiki decidió borrarse del grupo, alegando que no quería pertenecer a un clubsucho con ese nombre tan estrambótico. Creo, que en realidad, le tocó muy cerca del orgullo, pues era la más parecida, física y emocionalmente, al personaje del dibujito animado citado. Con la primera baja, el club siguió su concreción e institucionalización.
Los objetivos eran bien claros: un espacio propio de las amigas, un lugar donde otros no podían entrar (hubo una excepción), conversábamos y jugábamos sin que nos escucharan o controlaran, pero seguras. En ese lugar podíamos hacer comidas de 'verdad', y lo muñimos de los enseres necesarios: cacerolas viejas, vasos, platos cubiertos, sillitas de madera, el infaltable pirí y la hamaca. No faltaban un mazo de ajadas barajas, o las canicas o cocos, o incluso 'balitas' de vidrio y yoyós, algún que otro librito de cuentos, muchas revistas de tiras cómicas, etc. También solíamos contar con algún lampiu o lámpara de querosén y una linterna, pues el gallinero no contaba con luz eléctrica, y a veces nos reuníamos por la noche (máximo hasta las 10:00); nunca logramos convencer a nuestros padres para pasar una noche completa, tipo camping o el moderno 'pijama party'.
De brujerías, nada, excepto quizá alguna instrucción de las más hábiles en el lenguaje, para responder soezmente a alguna compañera de escuela pesada o burlona. Ridiculizando un poco los defectos de algunos de nuestros prójimos. Algún chismecillo de 'chicas' aquí y acullá. De pócimas, encantamientos, maldiciones, payé, nada de nada. Alguna fogata nocturna para preparar un asadito, sí; pero con danzas rituales en lunas llenas o nuevas, nada.
Redactamos unos estatutos, con las reglas de convivencia, las jefaturas (que, supuestamente eran rotativas obligatorias), e hicimos las salvedades de participación o excepciones. Por allí cayó Francis, uno de los amiguitos de la misma edad, que fue exceptuado de la exclusión, porque las chicas nos dábamos cuenta que necesitábamos manos varoniles para ciertas tareas, como carpir los yuyos que, crecían con rapidez asombrosa; también había otras tareas pesadas… y ahí estaba nuestro complaciente amiguito que con gusto aceptó ser parte del club aunque sea en calidad de poco más que esclavo.
Con el correr de un par de años, quizá menos, el club dejó de funcionar como tal y según el reglamento; pero las miembros seguíamos llamándonos unas a otras de Maru o Maruja (¡Hola Maru!, Chau Maru, ¡¿che, Maru…?!, etc.) por varios años y hasta bien entrada la adolescencia y aunque casi no compartíamos tiempo juntas. Nos daba un aire de misterio y esnobismo que todas apreciábamos, y más aún, si había cerca algún ocasional oyente de tales conversaciones en clave. Fue también en el club de brujas que aprendí a hablar en 'papeo' o jeringonza.
El reglamento del club, fue mi primera obra de composición real y libre, aunque compartida y debatida previamente. El único que realmente lo supo apreciar, fue mi cuñado, que entonces era aún novio de mi hermana y era líder contrera de la universidad. Los demás miembros de la familia sólo se burlaban de nuestra ocurrencia o se hacían los desentendidos, porque supuestamente el reglamento era secreto.
En fin esa es la 'historia' del origen de mi denominación brujeril. Pero existen otros coadyuvantes que reforzaron en mí la identidad de bruja a través de los años: mi mamá se llamaba Ada y le puse a mi hija el nombre de un ángel; si bien en aquella época juraba ponerle el nombre de Sandra… ¿quizá por Casandra? Y hoy, en mi jardín crecen tréboles de cuatro hojas. Un muy buen menjunje de misterio y fantasía y hasta de espanto…
¡Nada mejor para una infancia recreable con agrado y satisfacción!
Para los desmemoriados, aceptaré salutaciones sin sentirme defraudada hasta el día de todos los muertos.
Salud y amen.
Maruja
El colaje es para que se den idea del 'tipo de bruja' que era yo... Y se saquen esos estereotipos tan perjudiciales para nosotras: LAS BRUJAS AGREMIADAS..., que les deseamos ¡Buen día de brujas! Mientras leen esto estoy preparando mi meditación de las lecturas bíblicas de hoy...
Hola Mar
ResponderEliminarPero que lindo relato no sé porque hasta se me erizó la piel, esos recuerdos de infancia, de adolescancia son simplemente hermosos y este de brujillas que en realidad no lo son estuvo hermoso gracias por compartirlo.
Bienvenida siempre a mis rinconcitos, yo también estaré por aquí en el tuyo un abrazo.
Muy Bueno tu relato y sabès...... Yo tengo mi propio Club de Brujas , somos 8 brujas , que se juntan inexorablemente una vez por semana cafe por medio ,a contarse sus cuitas , sus alegrìas y tristezas , siempre decimos ¿ encontraste estacionamiento para tu escoba ? . Vaya para vos un Saludito (y un recuerdo para mis Amigas las brujis)
ResponderEliminarCris // mujeresdesincuentay
hola!
ResponderEliminarque lindo relato, un muy buen recuerdo de la epoca de infancia.. yo no recuerdo haber formado ningun club.. tal vez aun no sea tarde para hacerlo =P
saludos!
Buenas noches Mar, bonito relato con el que nos deleitas, recuerdos de la infancia que nos traen nostalgia y a la vez la ternura que se posee en esta edad y la inocencia.
ResponderEliminarBello blog seguiré pasando por aquí.
Nos une la profesión pues yo también soy contable en una empresa y estoy feliz de trabajar en lo que me gusta, disfruto con la contabilidad.
A continuación te dejo la dirección de otro de mis blogs por si quieres pasar a visitarlo.
http://hermandadcristodelamisericordia.blogspot.com
Muchos besitos que cruzan el mar desde España.
Isabel
Me ha encantado tu relato... los recuerdos, la nostalgia, los pedazos recompuestos de tí misma que vuelcas en él. Las capas de inocencia que se pierden por el camino, la contabilidad de la pasión y la ternura. Un texto maravilloso para disfrutar con un café a media tarde, mientras el sol lentamente se va perdiendo.
ResponderEliminarBonito relato de tu niñez. Yo también escribí cuentos sobre aquelarres hace muchos años, pero no los conservo...
ResponderEliminarMe ha gustado el blog así que ... pues volveré si eso.
Un saludo.